No sabe cuánto tiempo transcurrió desde que se acercó al hombre que yacía tendido en la calle Santiago, en Irun, y el instante en el que el corazón de aquella persona más muerta que viva volvió a latir. «Es muy difícil saberlo porque la percepción del tiempo es muy diferente. Si me dicen que estuve media hora no me habría extrañado», afirma. Lo que sí sabe es que «es increíble reanimar a alguien que parece muerto».
Gorka es policía municipal de Irun y el sábado pasado salvó una vida, o al menos es lo que prefiere pensar porque no lo sabe con seguridad. Ese día estaba de servicio cuando recibió el aviso de que un hombre se había desplomado en plena calle. «Los que llamaron decían que parecía que no respiraba y que tenía el rostro amoratado», recuerda. Dos patrullas partieron de inmediato hacia el lugar y cuando llegaron ya había aparecido otra patrulla de la Ertzaintza que estaba intentando reanimar al hombre. «Tardamos muy poco tiempo en llegar», dice.
Eran cerca de las ocho de la mañana y la calle estaba llena de personas que formaban parte de un grupo que casi todos los fines de semana se reúne para correr. El hombre que se había desplomado de repente era uno de ellos. «Estaban todos angustiados», afirma Gorka, que en cuanto vio lo que ocurría cogió de su coche un desfibrilador y corrió con uno de sus compañeros junto al enfermo mientras el resto de los agentes hizo un cordón alrededor.
Hay ocasiones, no demasiadas, en las que las circunstancias se alían para paliar una desgracia y la del sábado fue una de ellas. Las patrullas de la policía local y la Ertzaintza llegaron muy pronto y una persona que paseaba por los alrededores resultó ser un enfermero en su día libre que comenzó a hacer un masaje cardiaco al hombre mientras los agentes preparaban el desfibrilador. Además, «la ambulancia también tardó muy poco tiempo en aparecer». Para entonces el enfermo había vuelto a la vida. «No recuperó la conciencia pero sí el pulso y consiguió respirar por sí solo. Era una respiración leve pero por lo menos sabíamos que estaba vivo», explica Gorka. En cuanto llegaron los sanitarios, le colocaron un aparato que hace masajes de forma automática y lo trasladaron a un hospital. El policía irundarra no ha vuelto a saber de él, aunque el mismo sábado le dijeron que «podría salir adelante».
Mientras reanimaban a la persona desvanecida llamaron a su esposa, que acudió al lugar. «Estaba angustiada y me puse en su piel. Cuando su marido empezó a respirar y vi su cara de alivio fue increíble, sentí una grandísima satisfacción», afirma. Es algo de lo que fue consciente después, porque en esos momentos, cuando está en juego la vida de una persona, no hay mucho tiempo para experimentar demasiadas sensaciones. Lo importante es actuar rápido para que el cerebro reciba oxígeno lo antes posible y evitar complicaciones. Todo lo demás es secundario.
Sin descanso
Es una carrera contrarreloj en la que, sobre todo al principio, parece que nada funciona como es debido. «No es como en las películas, que sacan a alguien del agua y enseguida se reanima. Aquí intentas que esa persona vuelva a respirar pero ves que no reacciona hasta que al final lo hace. Con un masaje manual es muy difícil que vuelva pero tienes que seguir adelante aunque parezca que no haces nada. Hay que seguir sin parar para que se mantenga con vida mientras llega la ambulancia».
Gorka recuerda que sintió «alivio» cuando el hombre empezó a respirar, pero tampoco está muy seguro de ello. «Es extraño. Con toda la tensión del momento tienes que intentar mantener la calma y organizar un poco a los agentes. En ese instante tienes que reaccionar, no puedes estar pendiente de sentimientos», dice. Después, «a lo largo del día, cuando se te baja la tensión, es cuando notas el alivio y la satisfacción por lo que has hecho», asegura el agente.
No es la primera vez que este policía local salva una vida. «Hace años el dueño de un bar cayó redondo en la barra, en la calle Zubiaurre, y le tuve que hacer un masaje cardiorrespiratorio. He tenido más casos, pero en los otros no llegué primero». La Policía local de Irun cuenta en sus coches patrulla con un Desfibrilador Externo Automático (DEA), un elemento del que carecen los vehículos de la Ertzaintza, según denunció ayer Aitor Otxoa, responsable de organización del sindicato Erne. «Son útiles y salvan vidas, nos parece fundamental que los ertzainas tengan estos equipos de reanimación y que se les dé formación para utilizarlos», indicó.