«Si los ertzainas tuviésemos que intervenir en una matanza como la de París, todavía hoy se estarían escuchando los disparos de los terroristas. Y no porque los agentes seamos unos cobardes, sino porque estaríamos todos muertos. La cruda realidad es que no disponemos de medios humanos, y mucho menos materiales, para hacer frente a un acto de guerra como el de París». La reflexión la hizo un representante de CC OO hace apenas dos semanas en una rueda de prensa. Sus advertencias dieron continuidad al torrente de críticas que el resto de sindicatos de la Ertzaintza había lanzado ya contra el Gobierno vasco por su negativa a reforzar el armamento policial para hacer frente a la amenaza yihadista. «En Francia ya están dotando de medios incluso a los policías locales. Pero aquí lo único que les importa es la imagen. Los policías estamos para dar seguridad. No somos floreros», advirtieron desde Erne, la central mayoritaria.
Los dardos se dirigieron sobre todo hacia unas declaraciones que el portavoz del Ejecutivo vasco, Josu Erkoreka, realizó apenas cinco días después de los atentados del 13-N, que causaron 130 muertos (90 de ellos en la sala de conciertos Bataclan) y 350 heridos. El representante del Gobierno de Urkullu aseguró que el Departamento de Seguridad apuesta por «protocolos bien gestionados» y no por reforzar el armamento, como exigen los sindicatos. Según dijo, dotar a los ertzainas de otro tipo de armas «podría llevar a situaciones de enfrentamiento con generación de daños a terceros». Algo que no es lo que «en este momento reclama la sociedad vasca». Además, Erkoreka aprovechó para censurar las demandas sindicales al considerarlas «injustas» e «inoportunas» en un momento de «conmoción como el que todavía está viviendo la sociedad vasca» por la masacre de París.
En este contexto, con el mundo todavía estremeciéndose por la brutalidad de este tipo de terrorismo, surgen varias preguntas. ¿Exageran los sindicatos en sus reclamaciones? ¿Qué tipo de armas tiene la Ertzaintza para hacer frente a una amenaza de estas características?
Los especialistas consultados por EL CORREO advierten, para empezar, de que las propias características del terrorismo yihadista lo convierten, por definición, en una amenaza «imprevisible», que puede aparecer en el lugar y en el momento más insospechado. Esta particularidad hace que se reduzca en buena parte las probabilidad de evitar un atentado en el que, además, los terroristas buscan causar el mayor daño posible sin tan siquiera mirar por su propia seguridad.
Partiendo de esta premisa, los especialistas coinciden en señalar que las armas de las que disponen las unidades de Protección Ciudadana, que suman más del 76% de los efectivos, son «del todo insuficientes» para frenar a alguien equipado con armas de guerra. Un dato «importante» si se tiene en cuenta que son los patrulleros los que más probabilidades tienen de enfrentarse con un terrorista antes de que lleguen las unidades especiales.
Pero no sólo eso. Los mismos medios aseguran que, en determinadas circunstancias, algunos de los materiales que se utilizan podrían llegar incluso a poner en riesgo a terceras personas. Se da la circunstancia de que el SUP, el principal sindicato de la Policía Nacional, también ha advertido de las mismas carencias en su organización. De hecho, el pasado viernes organizaron concentraciones de protesta frente a las sedes de todas las subdelegaciones provinciales para exigir más medios «materiales y humanos». «La concepción del armamento y de la formación de los policías de base ha estado tradicionalmente orientada a hacer frente a delincuentes comunes o bandas organizadas. Pero no sirve de nada si tienes que enfrentarte a terroristas con armas de guerra que buscan hacer el mayor daño posible. Esto lo ha cambiado todo», explican fuentes del SUP del País Vasco.
Intervención, la excepción
El arma reglamentaria de los patrulleros de la Ertzaintza es una pistola HK USP Compact de 9 milímetros. También disponen de un bastón policial y de un chaleco antibalas que, según los sindicatos, resulta insuficiente ante la letal munición del calibre 7,62 que suelen usar los terroristas. Las armas largas de las que disponen en las comisarías son las escopetas Benelli, que sustituyeron hace pocos años a las viejas Franchi. Similares a las de caza, han sido muy utilizadas en diversos cuerpos policiales por «su versatilidad». Básicamente, porque permiten instalarles una bocacha para lanzar pelotas de goma y utilizarlas como armas antidisturbios, explica un instructor.
Estas escopetas tienen, sin embargo, «varios inconvenientes». Uno de los principales es la munición. Se pueden cargar con perdigones, balas y cartuchos de posta. En la Ertzaintza, normalmente, se usa este último tipo de munición, que resulta «muy potente» accionada a corta distancia pero también «mucho más difícil de controlar». «La posta se dispersa. Si disparas a un delincuente a más de diez metros es muy probable que también causes graves heridas a las personas que están alrededor», explica un agente.
Además, «esa ventaja que ofrecía su versatilidad» se perdió en gran parte con las restricciones impuestas a raíz del fallecimiento de Iñigo Cabacas por el impacto de una pelota de goma, en abril de 2012, cuando se prohibió a los agentes de Protección Ciudadana su uso como material antidisturbios. Desde entonces se han sustituido por lanzadores «no letales» de cartuchos HK 169.
Los especialistas coinciden en que, desde el punto de vista policial, los subfusiles MP5 son «mucho más adecuados» que las escopetas. Este tipo de arma larga forma parte del armero desde hace años de unidades más especiales como la Brigada Móvil (antidisturbios) e Intervención. Utiliza balas del calibre 9, como las pistolas, y se puede disparar proyectiles de uno en uno o mediante ráfagas. Su «precisión a medias y largas distancias y su efectividad es muy superior», explica un instructor, que insiste en que estas características la convierten –«con la formación adecuada»– en un arma más segura que las escopetas, que además se recargan «más lentamente».
El anterior Gobierno vasco compró un centenar de subfusiles con la idea de ir sustituyendo a las escopetas que se usan en las comisarías. Este proyecto sin embargo fue descartado por la actual consejería de Seguridad. Según diversas fuentes, se desechó porque «su aspecto es más bélico» que el de las escopetas. Otras fuentes apuntan también a razones económicas. El centenar de subfusiles que se compraron se han repartido por las unidades de Brigada Móvil, Intervención, Seguridad de Edificios y Berroci, según explica un portavoz del Departamento que dirige Estefanía Beltrán de Heredia, que aclara que en la actualidad «no hay ninguna mesa de trabajo» que esté debatiendo sobre la idoneidad de un cambio en el armamento de la Ertzaintza.
Al margen de los MP5, la única unidad que cuenta con armas específicas es la de Intervención, los SWAT de la Ertzaintza, que está compuesta por unos 22 efectivos. Este grupo de élite, reservado para actuaciones «muy delicadas» y de «gran riesgo», dispone también de fusiles de asalto HK G36 Compact de calibre 5,56. También cuentan, entre otros materiales, con MP7 y un fusil de francotirador PSG1, que utiliza balas del calibre 7,62. Todas ellas armas «muy potentes».