Desde que acabó el estado de alarma, el 9 de mayo, se han celebrado botellones en buena parte de la geografía vizcaína, una práctica animada por los festejos del final de curso que ha contribuido a provocar un repunte de contagios entre la población joven, propiciando la quinta ola de la pandemia. El Parque de Doña Casilda, el monte Artxanda, los barrios getxotarras de Algorta y Las Arenas, Gorliz y Sopela forman parte de la lista de concentraciones nocturnas que han obligado a intervenir a la Policía. El pasado miércoles, el lehendakari, Iñigo Urkullu, puso el foco en estos botellones y abogó por endurecer los controles. Roberto Seijo, secretario general del sindicato ErNE de la Ertzaintza, calificó ayer la postura del Gobierno vasco como una «mera pose para quedar bien» y criticó que «se repitan estos errores una y otra vez».
«Lo que deberían hacer es prevenir estas situaciones antes que mandar a la Policía», explico Seijo en declaraciones a este periódico. «Ante el evidente problema de salud pública que atravesamos, habría que evitar las aglomeraciones con medidas, no con intervenciones policiales. Es una chapuza», denunció.
Un 25% de vacaciones
«Antes éramos 8.000 agentes y hoy contamos con 800 menos. Además, durante el verano perdemos a un 25% de efectivos que se cogen vacaciones, por lo que no tenemos personal suficiente. Es un problema que compartimos con las Policías municipales, que se refuerzan con la inclusión de interinos y auxiliares», advirtió el portavoz de ErNE. De hecho, durante estas intervenciones colaboran tanto la Ertzaintza como los agentes locales.
El representante sindical aludió también a las competencias locales para que adopten medidas al respecto. «La valla colocada en el pinar de Gorliz es una buena noticia, al igual que la decisión de A Coruña, donde han cerrado playas por la noche», enumera. «Si se mandan más efectivos a los lugares de botellón hay que quitar patrullas de otros lugares, lo que supone una dejación para muchos vecinos».