La delincuencia y la inseguridad ciudadana han crecido significativamente en la comunidad autónoma del País Vasco y todo parece indicar que permanecerán un tiempo prolongado en nuestro pequeño país si no se adoptan las medidas pertinentes inmediatamente. Situaciones como los incidentes registrados estos últimos días en Vitoria-Gasteiz, protagonizado por un grupo de jóvenes y con el resultado de un atentado a dos ertzainas que resultaron heridos y diversos daños materiales, nos demuestran un claro diagnóstico de la situación de la seguridad pública vasca y, por ello, tras un serio análisis y un claro diagnóstico de la coyuntura actual, queremos expresar la siguiente opinión.
La gestión del servicio público de la Policía vasca en la actualidad se está desarrollando a base de improvisaciones constantes por los que tienen confiada su dirección, de lo que se deriva que los ertzainas estamos en una posición de debilidad a la hora de garantizar a los ciudadanos las condiciones de seguridad necesarias para establecer un marco de normalidad en nuestra sociedad, en el cual, sus ciudadanos puedan ejercer sin ningún temor sus derechos fundamentales, en particular aquellos que permiten desarrollar y salvaguardar su integridad personal, sus derechos cívicos y el goce de sus bienes. Los procedimientos y las medidas que disponemos para hacer frente a la delincuencia actual son inadecuados. Al día de hoy, en una Relación de Puestos de Trabajo (RPT) planificada para 8.000 ertzainas estamos por debajo de 7.400 ertzainas y bajando, debido a las jubilaciones masivas que se están produciendo.
Resulta insostenible que los ertzainas tengan que poner en peligro su integridad física continuamente la hora de desempeñar su actividad profesional por esa falta de previsión, medios y estrategias con las que la dirección política aborda estos hechos. Llevamos denunciando constantemente la deplorable situación en la que se encuentran el colectivo de la Ertzaintza, sin un acuerdo de las condiciones laborales, con unos materiales policiales deplorables, sin la más mínima capacitación y reciclaje de los ertzainas y ese largo etcétera que ya por reiterativo nos parece tedioso renombrar.
Y todo esto en pleno verano cuando, por la experiencia del 2022, el incremento de los índices de criminalidad y victimización se disparó exponencialmente y encima con la problemática profesional y laboral en la que está inmersa el colectivo por la multitud de carencias expresadas reiteradamente. Ello generará un aumento de la sensación de inseguridad y la percepción de una ineficiente respuesta por parte de los responsables de la seguridad pública.
El señor Erkoreka nos ofrecerá como siempre sus estadísticas oficiales. Se recrean siempre en que la inseguridad ciudadana no es congruente con los índices de criminalidad comparativos (tasas de denuncia y victimización), aunque la percepción ciudadana y la del propio ertzaina que patrulla diariamente digan lo opuesto. No es excusa para decisiones más eficientes y eficaces. Y esto no trata de populismo punitivo, sino de un ejercicio de responsabilidad profesional y social. Los ertzainas tenemos claro que ante esa situación tenemos que dar respuesta al reto que tenemos delante y que en una sociedad democrática no es otro que el de asegurar la convivencia pacifica y el respeto al estado de derecho, ocupando el espacio que como servicio público nos corresponde.
Esta situación nos debe llevar a la necesidad imperiosa de planificar, de diseñar programas de intervención policial coherentes y acordes con el número de recursos humanos que disponemos. La imagen positiva de la Ertzaintza tiene que derivar de la dignificación y de la profesionalización del trabajo policial. Si no cambia el modelo mental de la dirección política de la Ertzaintza y no se comienza a advertir que es imposible resolver un problema desde la misma lógica desde la cual el problema se ha generado, será posiblemente nuestro destino seguir asistiendo al incremento de la inseguridad hasta niveles de metástasis social.
Ertzaintza beti aurrera!